Los días pasaban y crecía la incertidumbre, pero lejos de
debilitarse, el reclamo tomaba más peso. Los 17 cortes cobraban fuerza por la
voz popular que exigía la respuesta del gobernador, pero el mensaje no fue lo
que esperaban y eso motivó que fueran cada vez más las personas en los caminos.
Foto de Claudio Espinoza |
Tener la palabra de Felipe Sapag no era tarea fácil, primero
porque el gobernador era reticente a ceder en su postura de “pelearse con 500
personas en la ruta”, ya que desestimaba que la concentración sea tan popular
como ocurría. Además salir de la comarca era un verdadero desafío, si bien el
pueblo estaba unido, cualquier intento por ingresar o salir era para
desconfiar. Pero fue finalmente la tenacidad de los cronistas de Canal 2 la que
abrió paso entre los piquetes y logró llegar a la capital neuquina para
conseguir la respuesta tan ansiada.
-Fue en la tarde de un
domingo, hacía mucho frío y con “Gato” Álvarez zapateábamos de frío fuera de la
casa de don Felipe esperando que nos atienda, lo veíamos por una ventana
mientras miraba el partido de Boca y cuando terminó el primer tiempo salió Luis
a atendernos – recuerda Giménez
Como era de esperarse, el mandatario provincial fue fiel a
su convicción y subrayó que la medida de los pueblos era un delito que no podía
pasarse por alto. Neuquén comenzaba a paralizarse por el desabastecimiento de
combustible y comida producto de los cortes de ruta; y al momento parecía
imposible una mediación.
-Una vez que levanten
la medida de fuerza iré con mucho gusto. Todos tenemos el derecho de reclamar
lo que consideramos un derecho siempre que no afecte la libertad de los demás,
y lamentablemente la gente de Plaza Huincul está cometiendo un delito al cortar
la ruta y dejar aislada a parte de la provincia. Tienen que reflexionar que con
esa actitud no van a lograr nada.
Esas fueron las palabras de Felipe Sapag que luego fueron
transmitidas a toda la comunidad y, por su puesto, rechazadas. Rara vez el
pueblo coincide en su ideal y solo de esa manera puede demostrar a los
representantes del poder quienes son los verdaderos soberanos. Por aquel
entonces eran más de 10 mil almas en las rutas y caminos alternos, pero la
adversidad convocó a otras decenas de miles para demostrar que la postura del
Ejecutivo era errónea.
De esa manera el delito se transformó en un derecho legítimo
de protestar por los derechos, un puntapié para lo que serían dos décadas
cargadas de réplicas de esta lucha. Sin embargo en la historia de la pueblada
fue solo la punta del iceberg para lo que venía, tras esa pequeña victoria se
avecinaba el hecho crucial, la orden de liberar la ruta y la llegada de
gendarmería a las dos ciudades.
¿Es delito cortar la
ruta?
El artículo 194 del Código Penal castiga a quien “sin crear
una situación de peligro común para las personas o bienes, impida, estorbe o
entorpezca el normal funcionamiento de los transportes por tierra”, por lo que
un corte de ruta claramente es considerado delito.
Sin embargo el debate surge al tratar de criminalizar la
protesta social y de qué se considere un “normal funcionamiento”. El
parlamentario Ramón Rioseco confesó que por aquel entonces decidió “ir a la
ruta porque la gente estaba en la ruta, es ilegal pero era legítimo porque no
teníamos destino, íbamos a la ruta o el pueblo desaparecía” y es en ese marco
que enfatizamos sobre la legitimidad de exigir a las autoridades por derechos y
condiciones dignas de vida.
Este mismo desencuentro es el que lleva a la dificultad de
definir un una postura generalizada desde el plano jurídico, como así también,
una solución o procedimiento estándar para actuar en estas situaciones. Las
protestas, legítimas o no, desbordan al sistema y su carátula de delito no
termina de ser clara.
Piero Di Lena
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